Tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac.

Dicen que cuando te diviertes, cuando disfrutas, cuando estás a gusto, el tiempo pasa más rápido.
Bien, el tiempo no puede pasar ni más rápido ni mas lento, es el que es y ya está. Pero a nosotros nos da esa sensación, porque cuando la situación en la que estamos no es la que nos gustaría sabemos que estamos desaprovechando el tiempo.
Pero cuando estamos viviendo justo lo que queremos nos olvidamos de todo y entonces sabemos que estamos aprovechando al máximo cada segundo, que no se podrían estar utilizando de ninguna manera mejor, le estamos dando el uso perfecto a nuestro tiempo, quizá no el perfecto para todo el mundo, pero si para ti, pues todos esos momentos quedarán en tu memoria y aunque luego tenga consecuencias malas o buenas, sabes que jamás te arrepentirás.
Porque también dicen que el tiempo es una de esas cosas que no regresa jamás una vez perdido y por eso a veces hay que preguntarse si lo estas utilizando correctamente.
Pues bien, mi respuesta es sí, no se me ocurre otra manera mejor de "gastar" mi tiempo. No, no es gastar, es todo lo contrario. Porque al gastar algo lo pierdes, pero esto es justo lo contrario, lo voy guardando en mi. Y por eso me encanta reservar segundos, minutos, horas, días, semanas y meses para mi, aunque parezca algo egoísta, pero hay que reconocerlo, es MI tiempo.
1, 2, 3, 4.

Volátil.

Y cuando me sonrió sentí...
No se me ocurre como describirlo, de verdad. Sería más fácil mentir. Podría copiar algunas frases de cualquier historia y contaros una mentira tan familiar que no dudaríais en tragárosla. Podría decir que se me doblaron las rodillas. Que me costaba respirar. Pero eso no sería verdad. Mi corazón no latió mas deprisa, ni se paró, ni alteró su ritmo. Eso es lo que nos cuentan en las historias. Tonterías. Hipérboles. Chorradas. Y aún así...
Salid a pasear un día de principios de invierno, después del primer frío de la temporada. Buscad una charca con una fina película de hielo en la superficie, todavía limpia, intacta y transparente como el cristal. Cerca de la orilla, el hielo aguantará vuestro peso. Deslizaos un poco por él. Más allá. Al final encontraréis el sitio donde la superficie soporta vuestro peso de milagro. Entonces sentiréis lo que sentí yo. El hielo se rompe bajo vuestros pies. Mirad hacia abajo y veréis las blancas grietas recorriendo el hielo como complicadas telarañas. No se oye nada, pero notáis la vibración a través de las plantas de los pies.
Eso fue lo que pasó cuando me sonrió. No quiero decir que me encontrase sobre una fina capa de hielo a punto de ceder bajo mi peso. No. Me sentí como el hielo mismo, resquebrajado de pronto, con grietas extendiéndose a partir del corazón. La única razón por la que me sostenía era porque el millar de piezas que me componían se apoyaban unas en otras.
Temía derrumbarme si me movía.